No es ningún secreto que vivimos en un mundo cada vez más interconectado. En un mundo donde tenemos acceso y manejamos cada vez más información. En un mundo en el que compartir nuestra vida en las redes sociales se ha convertido en puro hábito.
Pero, ¿hasta qué punto pueden llegar a interferir estas costumbres en nuestra privacidad?
Antes de meternos en materia, definamos qué es privacidad y aclaremos dónde está el límite que separa lo privado de lo público.
Según la Real Academia Española, la privacidad es el "ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión". Tanto es así, que el derecho a la privacidad es un derecho humano, pues el Artículo 12 de la "Declaración Universal de los Derechos Humanos" dice que "Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley ante tales injerencias o ataques".
En el ámbito periodístico, la privacidad y la separación de lo que es privado y lo que es público también está a la orden del día. El periodista puede investigar y publicar todo lo que quiera sobre el espacio público de una persona, pero debe mantenerse al margen de su privacidad. Conforman el ámbito privado de una persona sus:
- Ideas, valores y creencias
- Afectos y sentimientos
- Vida familiar
- Comunicaciones personales (oral, escrita, sms, e-mail...)
- Salud e integridad física y psíquica
- Costumbres y hábitos personales
- Situación económica individual o familiar
- Orígenes familiares
- Vida pasada (llamado derecho al olvido)
- Momentos de dolor o sufrimiento
La ética periodística considera que, para las personas corrientes, este espacio es sagrado. Sin embargo, hay grupos sociales cuya privacidad es restringida, y como veremos a continuación a través de ejemplos esto lleva a que en ocasiones haya una violación de la privacidad de ciertas personas por parte de periodistas. Estos grupos sociales incluyen altos funcionarios, personajes públicos, famosos o delincuentes y presuntos delincuentes.
La intromisión en la vida privada de las personas de interés público y el abuso que algunos medios de comunicación realizan sobre ellas es realmente asombroso. Un ejemplo ocurrido hace pocos años lo protagonizó la actriz y modelo Elsa Pataky, que durante un reportaje que se realizaba en una playa de Cancún para la revista "Elle" en la que la modelo se situaba de espaldas y con el torso desnudo, otros dos fotógrafos no pertenecientes a dicha revista realizaron unas fotos sin su autorización desde otro ángulo, de forma que se podían apreciar sus senos. Elsa Pataky emprendió acciones legales contra la revista "Interviú" por publicar un reportaje con las fotos en cuestión, alegando que se había vulnerado el derecho a su imagen y a su honor. La actriz consiguió que el tribunal fallara a su favor, concediéndola una indemnización.
Algo parecido ocurrió con el presentador de La Sexta, Andreu Buenafuente, que fue fotografiado desnudo en una cala de la isla de Ibiza. Alegó el derecho a la intimidad y a la imagen, y el presentador catalán también ganó el juicio y fue indemnizado con 55.000 euros.
Esto ocurre con periodistas que buscan publicar contenidos sobre personas que despiertan un interés mediático entre la gente. Pero, ¿qué ocurre cuando los vigilados no son personajes famosos por parte de periodistas, sino personas normales espiadas por sus gobiernos?
Las filtraciones de Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la NSA (la Agencia Nacional de Seguridad norteamericana) a la población estadounidense crearon un inmenso debate el año pasado. Recordamos que esta agencia tenía (y tiene) acceso a las conversaciones telefónicas de todos los ciudadanos americanos, así como su actividad y comunicaciones en Internet.
A continuación tenemos un vídeo de la primera entrevista de Snowden a Glenn Greenwald de The Guardian, en la cual explica los motivos que le llevaron a filtrar toda la información que conocía acerca de la NSA, aún sabiendo que estaba renunciando a su vida paradisiaca en Hawái y enfrentándose a una probable condena de cárcel.
Tanta polémica crearon estas filtraciones que, por primera vez desde el 11-S, los ciudadanos americanos están más preocupados por los abusos a las libertades civiles que por la defensa nacional de ataques terroristas, como demuestra el siguiente gráfico de julio de 2013.
Esto llevó a que las ventas de "1984", la antiutopía de George Orwell en la que hay un Gran Hermano que todo lo ve, se multiplicaran a raíz de dichas filtraciones. En esta obra todas las personas son vigiladas en todo momento a través de cámaras, incluso dentro de sus propias casas.
Sin embargo, en otras ocasiones son las propias personas las que se exponen a sí mismas de forma voluntaria: es el caso de las redes sociales. Éstas llegaron de la mano del gran desarrollo de las comunicaciones digitales, y su objetivo es el de compartir información entre los usuarios. Dentro de este intercambio de información, los usuarios a su vez renuncian a parte de su privacidad mostrando datos personales como su lugar y fecha de nacimiento, los sitios a los que van, sus amistades, fotografías... Y una larga lista de intimidades que están al alcance de cualquier usuario de la red.
Estas redes sociales pueden actuar de intermediarias entre el ciudadano y los personajes públicos, y estas personas pueden expresar sus opiniones a través de ellas. Es por eso que hay total libertad a la hora de escribir noticias y de opinar, lo que no se tolera (pese a que ocurre con frecuencia) son los insultos y amenazas a través de la red, y aunque amparados bajo el anonimato de Internet, se están intentando frenar las avalanchas de aberraciones cometidas en las redes, sobre todo en Twitter.
Un ejemplo lo protagoniza la periodista Ana Pastor, que recibe varios insultos y amenazas en su cuenta de Twitter y, aunque ha denunciado el caso, lo han desestimado. Otro ejemplo muy reciente es el de Isabel Carrasco, Presidenta de la diputación de León. Tras su asesinato, algunos usuarios de Twitter justificaron su muerte por sus acciones políticas, e incluso pidiendo la muerte de otros cargos públicos.
En este último caso, los implicados han sido detenidos y esperan la resolución del juicio. Debido a la dificultad para juzgar estos casos, el ministro del Interior, Jorge Fernández Diaz, ha solicitado que se revise el código penal, aunque los juristas defienden que con la actual legislación es suficiente. Alberto Ruiz-Gallardón, el ministro de Justicia, comenta que "hay que estudiar si los comentarios vertidos en Twitter pueden tener consecuencias jurídicas".
Todos estos acontecimientos recientes nos invitan a formular varias preguntas abiertas: ¿dónde debería estar el límite de una agencia o un gobierno para espiar a sus ciudadanos? ¿Legitima la defensa nacional el espionaje masivo a las personas? ¿Debe haber un límite a la libertad de expresión en la red? Y, finalmente, ¿es Internet el Gran Hermano del siglo XXI?
Miguel Warren-Piper Ramírez
Ricardo Toral Parejo
2ºH
WEBGRAFÍA
Muy buena entrada. Por desgracia en el mundo que vivimos el control que realizan los gobiernos sobre los ciudadanos, negocios, formas de pensar, etc. es algo ya común y parece que aceptado por la sociedad, En este caso se ha llevado al ámbito del control a través de las redes, corrreos, ... pero también se puede llevar a la represión que ejercen los gobiernos contra las protestas que ejercen sus ciudadanos en contra de su política, que es reprimida a su antojo.
ResponderEliminarEn el caso de ejercer un mayor control sobre las redes sociales, como Twitter, no lo veo apropiado, pues es a través de estos medios donde la gente puede expresar su postura respecto a los temas de su interés. Y para evitar comentarios innecesarios ya hay medidas internas de la red, sin necesidad de la intervención del Estado.
Pablo Bisio 2ºC
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ResponderEliminarAsí es, Pablo. Precisamente somos los periodistas los que tenemos la tarea de ejercer de contrapoder frente a esos distintos controles gubernamentales de los que hablas. Pero me temo que en estos momentos estamos haciendo todo lo contrario: facilitar un vehículo propagandístico al poder, sobre todo para distribuir esa influencia sobre las "formas de pensar" de las que hablas.
ResponderEliminarSobre la libertad de expresión en las redes sociales también estoy de acuerdo en que no debe haber censuras. Lo que sí debe haber es una autocensura para expresar nuestras posturas con tolerancia y respeto.
Muchas gracias por tu comentario.
El tema de la privacidad es inabarcable por lo diverso. Parece obvio que los pechos de Elsa Pataky no son de interés general. Pero en el caso de Ana Pastor no creo que se esté dirimiendo algo sobre su privacidad, sino sobre su honor. De igual manara que no está permitido que alguien me insulte por la calle, lo mismo opera en las redes sociales. Y. evidentemente, el espionaje es un terreno pantanoso, una ventana legal en algo ilegal. Buena entrada.
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