Antes de explicar todo lo relacionado con la legislación actual
que existe sobre el graffiti, hay que hacer un paréntesis para explicar que es
el graffiti, de donde viene y diferenciarlo del arte urbano que mucha gente
piensa que es lo mismo.
El origen del graffiti como tal data de mitad o final de los años
sesenta y principios de los setenta. Nace en las comunidades afroamericanas de
Queens, el Bronx y Brooklyn, en la ciudad de Nueva York y aparece vinculado a
la marginación social y a una voluntad de presencia física en la ciudad. La
conquista de espacio físico y simbólico empieza con simples firmas, denominadas
«tags» en el argot grafitero que, con el paso del tiempo, van ganando
complejidad. Estos tags deben entenderse como una marca territorial. Escribir
un nombre en una pared es la manera que tiene el graffitero de marcar su
territorio, haciéndose presente en él, apropiándoselo, identificándolo. El
sentimiento de pertenencia territorial ha sido uno de los aspectos definitorios
del graffiti durante décadas.
Las diferencias existentes entre graffiti y arte urbano son por un
lado que el graffiti es ilegible a primera vista para la mirada, ya que se
trata de un código cerrado que se dirige únicamente al grupo, a los integrantes
de la comunidad de graffiteros. Sólo ellos están capacitados para descifrar el
contenido de lo escrito. Por otro lado, su condición de ilegalidad. Si bien en
los inicios era un fenómeno a-legal(No regulado ni prohibido) que dependía de
una casuística múltiple (espacios abandonados, los gustos personales del
propietario de la pared que se pintaba, la falta de vigilancia de las cocheras
de trenes u otros espacios), su rápida expansión ha ido provocando una
regulación paralela: prohibiendo, orientando, regulando, se ha ido conformando
también lo que es graffiti y lo que no lo es en función de la situación legal
en que se realizaba, aportando así un aspecto clave para el autor: el mérito,
que se consigue de manera directamente proporcional al riesgo tomado y a la
calidad del resultado. A más riesgo y mejor obra, más mérito y, por tanto, más
respeto comunitario para el autor de la hazaña.
Conviene hacer una puntualización para entender las diferencias
básicas entre graffiti y arte urbano. A pesar de que es cierto que
recientemente se está dando una eclosión del segundo, la diferencia básica no
radica en ninguna característica de la obra per se, sino en el
destinatario de la intervención, en el receptor del mensaje siempre situado en
el espacio público. Si bien el graffiti, tal como hemos visto, se dirige
eminentemente a los integrantes del mismo grupo, a quienes comparten los mismos
códigos por formar parte de la comunidad de graffiteros, el arte urbano, mal
llamado post-graffiti, se dirige al público en general. Su código no es cerrado
sino abierto a todas las personas que se topan con la intervención. No es
necesario ser un graffitero para captar lo que una obra de arte urbano está
tratando de comunicar: los elementos que la conforman no son crípticos. Son
elementos cotidianos que todo el mundo conoce: señales de tráfico modificadas,
dibujos, esculturas, etc., emplazados en el espacio público. Arte gratuito y de
libre acceso y que, normalmente, cuestiona lo que sucede en el lugar en que se
ha ubicado.
Tanto el graffiti como el arte urbano están marcados actualmente
por dos grandes elementos que conforman su paradoja: su condición de ilegalidad
a la vez que de tendencia creciente en las grandes metrópolis. Ya sea como arte
contemporáneo de pleno derecho, como herramienta de trabajo con jóvenes
socialmente desfavorecidos o como simple reclamo turístico, como sucede ya en
ciudades como Bristol, París, Berlín o Londres, el arte urbano está de moda.
Estas dos condiciones conforman una paradoja, ya que muchas veces se dan bajo
la misma jurisdicción: se prohíbe la parte no regulable mientras se auspicia,
en el caso de las ciudades artísticamente más vanguardistas, la parte
«vendible». Se prohíbe el tag a la vez que, en la misma pared, se protege una
plantilla de Banksy con una estructura de metacrilato pagada y mantenida por el
mismo ayuntamiento, con el objetivo de que no se vandalice una pieza hecha
también ilegalmente.
O, como por ejemplo ha sucedido con el Ayuntamiento de Barcelona,
se financian talleres de graffiti con jóvenes desfavorecidos pero se evita que
aparezca el logotipo municipal en los carteles de la actividad.
Profundizando en la condición de ilegalidad, el graffiti es objeto
de control por parte de las autoridades. Son intentos de criminalización de
esta manifestación urbana que se enmarcan en las nuevas políticas urbanas de
regulación del espacio público y que siguen el modelo de Tolerancia Cero
implementado por Rudolf Giuliani en Nueva York a finales de los noventa.
Este tipo de regulaciones son herramientas que empiezan a ser
cuestionadas no sólo por su forma, sino
también por su función, ya que no sólo no están siendo efectivas, sino que,
además, se están demostrando contraproducentes para los objetivos para los que
habían sido concebidas: no sólo no están consiguiendo eliminar el graffiti sino
que, al contrario de lo que pretendían, asisten impotentes a una proliferación
del, a sus ojos, mal graffiti, ya que los artistas trabajan rápido para
no ser localizados, y con la rabia de no poder hacerlo de otra manera. El
remedio ha resultado peor que la enfermedad. En la segunda condición, cuando se
regula el fenómeno, deviene una tendencia vinculada a la eclosión de lo urbano
como motor económico y cultural de la posmodernidad.
Aparecen un número
creciente de festivales, publicaciones y galerías especializadas, a la vez que
se comercializa como reclamo publicitario y se introduce en los circuitos
artísticos de vanguardia (todo el mundo conoce a Banksy y su meteórica
ascensión de la calle al olimpo artístico). Este es un proceso de
centralización de las periferias culturales y se da con la parte del arte
urbano que el sistema puede asumir. La parte «no asumible» la prohíbe,
criminalizándola, primero en la opinión pública, mediante palabras clave como
«seguridad» y «civismo» y luego a través de nuevas leyes. No obstante, creemos
que puede haber aspectos positivos en esta centralización, en aquellos casos en
que dichas producciones culturales reviertan en favor de lo común: por ejemplo,
un evento tan masivo como lo fue el Cans Festival de Londres (40.000 personas
en 3 días para ver el trabajo de Banksy y otros 39 plantilleros de todo el
mundo) dejó para la ciudad un túnel, antes abandonado y cerrado, después
abierto a todo tipo de intervenciones artísticas, fuera del alcance de las
prohibiciones que imperan en el resto de la ciudad. Convirtió un sitio yermo en
un espacio de expresión popular.
Desde la perspectiva artística y ética,
nos hacemos una pregunta: ¿Son los graffittis un arte, o más bien vandalismo?
Muchos son los debates sobre el tema,
aquí las analizamos punto por punto.
Este debate sobre graffiti, "graffiti,
¿arte o vandalismo?", emitido el 23 de diciembre de 2002, por Telemadrid,
que consta de tres partes. Aparece MATA DMC ROCK, Fernando Figueroa, Max501,
SINS... Nos puede servir de gran ayuda para introducirnos en este tema. Se
realiza en la ciudad de Madrid, lo que resulta mas interesante, ya que es dónde
los graffitis nos influyen más.
Siempre se han intentado dar explicaciones desde el
punto de vista psicológico de por qué
se hace graffiti. Numerosos han sido los intentos de sociólogos,
psicólogos y demás profesionales del sector del estudio del comportamiento
humano que han intentado dar explicación al fenómeno en artículos
periodísticos, reportajes, programas de televisión y radio... Con un resultado
en general equivocado o en su defecto muy superficial. Oímos hablar de
inconformistas, inadaptados, antisociales, rebeldía juvenil... Pero para
estudiar y justificar su causa de producción no podemos remitirnos a los
eternos estereotipos, requiere más compromiso, adentrarse hasta las entrañas de
un escritor, de un verdadero escritor y no intentar explicar un comportamiento
global de una comunidad con el estudio de un par de chavalillos que
probablemente no sepan por qué pintan. Hay dos caminos para llegar al quid de la
cuestión: El primero es ser un escritor de graffiti o sentir como tal y el
segundo, estudiar el hecho desde varios puntos de vista (Destacan los trabajos
como el de Joan Garí “La conversación mural” más centrado en las pintadas en general
moviéndose en el campo de la semiótica y en la tesis del Doctor en historia del
arte Fernando Figueroa).
Webgrafia:
Ballaz, Xavier "El graffiti como herramienta social. Una mirada psicosocial a las potencialidades críticas del arte urbano".
http://www.valladolidwebmusical.org/graffiti/historia/08filosofia.html
Sandra Sacristán Campos
Miguel Santamaría Díaz
2ºH Periodismo
Muy buena entrada chicos. Además de ser un tema que me llama la atención particularmente, lo habéis tratado desde un punto de vista interesante, desde la legalidad.
ResponderEliminarCreo que es algo injusto que las obras de Banksy, que con esfuerzo ha conseguido darse a conocer, sean protegidas en países como Alemania o Reino Unido y que en un país como España, que se intenta mostrar a la cabeza del arte y el vanguardismo no se haga, a no ser que se trate de un autor ya conocido, exceptuando el ejemplo de Barcelona que habéis puesto y el 'mural' en los techos del Mercado de la Cebada en La Latina. Lo que quiero decir es que son muy pocas las obras de las que podemos disfrutar cuando realmente tienen más mérito o transmiten más que 'Blanco sobre blanco', de Malévich, por ejemplo.
Al fin y al cabo, el graffiti es otra herramienta de reivindicación que .hace que minorías expresen sus pensamientos sin llegar al vandalismo (aunque algunos consideren esto vandalismo, yo no lo creo así). Hace que personas que pasan por una calle a diario se encuentren con algo diferente y que piensen, aunque solo sea por un momento, en qué quería decir el autor cuando lo estaba pintando.
Repito chicos, muy buena entrada :)
Alba María Romero García
2º D
Felicidades por la entrada, ya que es un tema que a la mayoría de jóvenes nos interesa. Desde mi punto de vista hay que diferenciar entre las obras que están bien realizadas y todo el mundo se asombra al contemplarlas, y las firmas de chicos jóvenes que yo creo que ensucian la imagen de la zona. Yo mismo a veces cuando veo un graffiti me quedo perplejo de la calidad que tiene y pienso que deberían dar un espacio en las ciudades a estos jóvenes artistas que dan un toque más alegre y moderno a la ciudad. Pero también creo que por otro lado no todo es arte hay mucha gente que lo hace por vandalismo y ensucia la imagen de los verdaderos artistas y contra éstos primeros se deberían tomar represalias e intentar evitar que repitan sus actos. Como conclusión os dejo con una anécdota del lugar donde yo vivo: un señor abrió una tienda cercana al casco antiguo de la ciudad. El señor tenía un amigo que dominaba el arte del graffiti y le pidió que pintase su verja y sus paredes de graffitis. Al principio causa polémica porque no encajaba con la ciudad, pero finalmente la gente siempre que pasaba lo miraba e incluso entraba a la tienda porque llamaba la atención por ser algo diferente e innovador. Muy buena entrada compañeros.
ResponderEliminarDaniel Escudero 2ºD
Un tema muy interesante, el arte urbano y los graffitis están de moda, todos creemos entender y no tenemos ni idea. De todas formas hay algunas cosas con las que no estoy de acuerdo. El hecho de que los ayuntamientos proporcionen paredes para los graffiteros no creo que haya sido contraproducente en absoluto para este arte, solo hay que dar un paseo por la Calle Miguel Servet y podréis ver en los muros de Tabacalera grandes maravillas como estas: http://ohlalalavie.files.wordpress.com/2014/05/20140512_192852.jpg
ResponderEliminarY por otro lado yo no creo que el arte urbano y el graffiti tenga que ser ilegal, a estas alturas creo que está más relacionado con un estilo de arte algo más radical o reivindicativo. Como comentáis han abierto muchas galerías de este tipo y muchas funcionan muy bien como por ejemplo http://www.swintonandgrant.com/ que os recomiendo.
De todas formas, muy buen trabajo, solo es una opinión.
Carlota Gracia 2ºC
Me ha gustado mucho vuestra entrada,es un tema de discordia y actual,y en mi opinión todo lo que vemos por las calles no creo que se pueda denominar arte. El arte es otra cosa que pintar garabatos en paredes limpias. El arte es Liqen , o Banksy. Creo que hay diferencia entre arte urbano y ensuciar las calles,y con ensuciar no me refiero al famoso graffiti,el cual me sorprende cada día más. Pienso que el interés de los artistas callejeros como norma general suele ser el de despertar conciencias, y eso desde mi punto de vista,es necesario. La finalidad del arte,sea urbano o en galería es transmitir las mas puras emociones. Y espero que algún día se pueda entender el arte urbano como algo esencial, y que se quiten todas las trabas a este tipo de expresión artística,encima totalmente gratuita.
ResponderEliminar"Sin arte la vida sería un error" - Friedrich Nietzsche.
Sara Esteban Rodríguez
2ºD PERIODISMO.
Una entrada muy interesante y sobre todo novedosa. Teneis razón en que a veces resulta patético ver las sesudas explicaciones de los académicos sobre las razones para el graffiti, por eso las aproximaciones más interesantes han sido de antropólogos y periodistas, que simplemente han dejado hablar a los artistas que explican sus motivaciones y aspiraciones
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