miércoles, 23 de abril de 2014

ARGUMENTACIÓN COMO PERSUASIÓN


A la hora de conseguir trasladar nuestras ideas a los demás, sin duda una buena argumentación será la herramienta que nos acercará al éxito. La principal razón de ello es que la argumentación aporta legitimidad al proceso comunicativo, lo que confiere seguridad y confianza al receptor.


Por tanto la argumentación se convierte automáticamente en un instrumento persuasivo que juega un importante papel en todos los contextos sociales del día a día, constituyendo una forma legítima de interacción que aplica métodos no coercitivos para emplear en su lugar nuestra capacidad de responder a razones.

Las razones son contenidos que se presentan como verdaderos y que, por ello, avalarían otros contenidos con los cuales estarían relacionados. Por supuesto, no es necesario que tales contenidos se presenten verbalmente. Así una huella en el suelo indica que una persona ha pasado por ahí aunque nadie nos lo comunique de manera explícita.


El proceso argumentativo no es nada reciente. Se trata de una capacidad narrativa que aparece hace cientos de años. Sólo la posee el ser humano a diferencia del resto de seres vivos. Esta capacidad vio sus orígenes en dos áreas del pensamiento de manera simultánea: en la lógica y la retórica. Es importante señalar aquí que los principios persuasivos emanantes de la argumentación, pueden ser utilizados con diferentes fines. Así, muchos líderes lograron su poder a lo largo de la historia utilizando argumentos que defendían sus causas, en muchos casos de los cuales éstas distaban mucho de ser causas justas.

El proceso argumentativo aparece como consecuencia de las cuestiones que se plantea el hombre y su necesidad de reflexionar acerca de ellas. Ejemplo de ello es Sócrates, quién al utilizar la mayéutica trataba de "hacer parir" las verdades absolutas a sus interlocutores. Este método consistía en hacer que dicho interlocutor contestase a una serie de preguntas avalando sus respuestas con argumentos adecuados, lo que conseguía reducir al absurdo ciertas afirmaciones que al principio parecían irrefutables.





Posteriormente, con la llegada de la filosofía de Descartes, la concepción de la argumentación da un giro decisivo: la argumentación deja de ser un "arte discursivo" y se convierte meramente en un método, una herramienta.

¿Y en el discurso político?

Lo primero que debemos de tener en cuenta es que la finalidad de todo discurso político es conseguir persuadirnos y para ello se utilizan distintas técnicas que engloban desde los aspectos más formales e internos de un discurso, hasta lo más superficial.
Persuadir es la clave, el objetivo de todo candidato político está claro: conseguir votos. Lo que tiene que hacer es sencillo, o mejor dicho, puede parecer sencillo: persuadir a miles de personas para que queden totalmente convencidos de sus propuestas o al menos que crean estarlo. Para ello los líderes políticos, entre otros instrumentos, buscan argumentos que apoyen aquello que defienden. El problema es que un argumento puede resultar ser un arma de doble filo: si se puede argumentar cualquier cosa, también se puede argumentar lo contrario; entonces ¿hasta qué punto son una buena estrategia? 


De alguna forma podríamos decir que no hay ni buenos ni malos argumentos, lo que no quiere decir “todo vale”, que un argumento sea adecuando depende del contexto comunicativo en el que se encuentre. No debemos dejar de lado que el objetivo de un discurso político es demostrar que se está en posesión de la razón o, en el caso de que no se esté en posesión de ella, al menos demostrar que la verdad imperante no es real. En este caso más que hablar de verdad deberíamos hablar de veracidad, es decir, de una razón subjetiva que es capaz de influenciar a una audiencia para que cambie su forma de pensar, que seamos creíbles. Para lograrlo, los argumentos tienen que combinar la razón y la pasión.  El hablante tiene que estar convencido de lo que dice, y debe mostrar que lo está, para lograr la persuasión de los oyentes.
Así, si la validez de los argumentos depende del contexto, en un discurso político hablaremos de contexto de persuasión.
El discurso político clásico sigue un esquema establecido: exordio, exposición o narración, argumentación y peroración. La primera parte, exordio, es la que se centra en la búsqueda de la atracción del auditorio. En ella el político debe de buscar una complicidad y ganarse la confianza con el fin de que el oyente se identifique con lo que dice a través de distintas técnicas que incluyen desde la forma de comunicarse hasta la imagen física que proyecta. La exposición o narración es la parte en la que se exponen los hechos, que en la tercera parte, argumentación, son demostrados por medio de la exposición de pruebas, por medio de las cuales se llega a la peroración, es decir, se intenta conseguir que el público se decante a favor de lo que el político ha expuesto.
Como vemos para que un discurso político sea eficaz debe de estar sostenido sobre distintos pilares. Si nos pusiéramos desde la perspectiva de Maquiavelo diríamos que el político no tiene que ser bueno, sino parecer que lo es. Creo que ahí está la clave de todo líder político capaz de mover la opinión pública a su antojo. No solo debe de saber cómo llevar el país, sino que tiene que hacernos creer que lo sabe.
Un punto imprescindible que rodea a todo político es su imagen. Quizá la primera vez que nos dimos cuenta de la fuerza que tiene la imagen más externa de un político fue en 1960 en el debate que tuvo lugar en televisión entre los candidatos a la presidencia americana: John F. Kennedy y Richard Nixon.




Este debate político, el primero televisado de la historia, marcó un antes y un después en la política mundial. Fue la primera vez que se adaptó el lenguaje político y todo lo que conlleva a los códigos de televisión:  


Israel Viana, “Nixón vs. Kennedy: el día que cambió la televisión y la política” ABC.es. Madrid 05.10.2012 – 13.17h. http://www.abc.es/20121004/elecciones-estados-unidos/abci-kennedy-nixon-debate-201210041220.html

Este debate resulta interesante a la hora de comprender la fuerza de la imagen ya que aquellos que siguieron el debate por radio en vez de por televisión llegaron a la conclusión de que Nixon era el mejor candidato. La importancia de la imagen hizo que finalmente John F. Kennedy ganase las elecciones presidenciales.




   - VEGA LEÑON, Luis "Por qué argumentar y por qué hacerlo bien" Instituto de Filosofía, CCHS-CSIC, Madrid. Disponible en http://www.ugr.es/~lilianbl/pdfs/por_q_arg_bien.pdf 

-    - MORALES OLVIDO, Ana Laura “La importancia de la argumentación en la política” GestioPolis 10.09.2009. Disponible en http://www.gestiopolis.com/economia/la-argumentacion-politica-en-juridica.htm

      -  Charaudeau, P. (2009). La argumentación persuasiva. El ejemplo del discurso político. Shiro M. et ál., Haciendo discurso. Homenaje a Adriana Bolívar, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, Caracas. Disponible en http://www.patrick-charaudeau.com/IMG/pdf/2009_d_Argum-_y_persuasio_Hom_Bolivar_.pdf
-          “Partes discurso político clásico” Retoricas.com Disponible en http://www.retoricas.com/2009/04/partes-discurso-politico-clasico.html

       Brenda Espasandín Hermidia 
       María de Benito García de Parada

        2º C

1 comentario:

  1. Hay aportaciones muy buenas en esta entrada mezclada con otras más discutibles. La cuestión de que la huella comunica no tiene nada que ver con lo persuasivo. Y es discutible que se pueda equiparar la argumentación a un mecanismo narrativo. Con todo, donde se rompe la relación entre argumento y persuasion es con el ejemplo de Kennedy: ahí no hay argumentos en juego, la TV es mera seducción, porque Kennedy es guapo, tranquilo, huele a ganador. Da igual lo que diga, sus razones, sus datos, sus argumentos. De hecho, quienes oyeron el debate en la radio estabán más convenciso por Nixon. Una de las críticas a la telepolítica es que sustituye los argumentos por la seducción.

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