Y detrás de ella no hay nada.- [Información versus Emoción]
“La publicidad se basa
en una cosa, la felicidad. Y, ¿sabes lo que es la felicidad? La felicidad es el
olor de un coche nuevo. Es ser libre de las ataduras del miedo. Es una valla en
un lado de la carretera que te dice que lo que estás haciendo lo estás haciendo
bien”.
Don Draper
“Si los anunciantes se
gastaran la misma cantidad de dinero en mejorar sus productos de lo que se
gastan en anunciarlos, ni siquiera necesitarían anunciarlos”.
Will Rogers
¿Recuerdas? La primera vez que la viste en aquella pantalla de
cristal, cuando tu reflejo dejaba de proyectarse sobre ella y su imagen
aparecía de repente en tus pupilas. La conociste grabada en las páginas de una
revista que nunca llegaste a terminar de leer, pero que siempre ojeabas con la
esperanza de volver a encontrártela. La veías por la calle, posando en cientos
de vallas, carteles y autobuses, la escuchabas por la radio y notabas sus
palabras dulces susurrarte al oído. Lo recuerdas, y desde ese momento no la has
podido olvidar. La publicidad entró en tu vida y ya no pudiste vivir sin ella. Cada
vez más insistente y abusiva, se coló en tu rutina hasta el punto de estar
presente en todas partes. Ha devorado tus días, y ni siquiera eres consciente de
los encuentros que a diario tienes con ella, “el occidental medio está sometido
a 4000 mensajes comerciales diarios”[1] te lo dijo Frédéric Beigbeder,
pero no quisiste escucharle. Era más fácil perderte entre sus palabras de miel.
Ya la conoces: la que tantas promesas te hizo y te la jugó una y mil
veces, en la que confiabas ciegamente aunque nunca cumpliese ninguna de sus
promesas. Porque siempre ibas detrás de ella. Y detrás de ella no hay nada.
Te conocía mejor de lo que podías llegar a conocerte, y tú, sin
embargo, no sabías nada sobre esa publicidad que te seducía y atrapaba. “La
batalla por capturar los sentidos ha comenzado”, su estrategia cambió y esta
vez se dirigió hacia tus emociones, quiso ser la dueña de tus sentimientos
segura de que haría temblar todo tu cuerpo. Erizando tu piel hasta doler. “Los
seductores ocultos están dirigidos a nuestros sentidos: al tacto, a la vista,
al tacto y al oído”[2], escuchaste alguna vez mientras veías un
documental de La Noche temática al
cual dejaste de prestar atención, no te interesaba escuchar que el marketing te
acechaba en cada rincón y en cada esquina buscando cautivar hasta el último
poro de tu ser. ‘Seducir al consumidor’,
recuerdas el nombre de aquel documental y, aunque muchas veces te planteaste
verlo por curiosidad, nunca sacaste el tiempo suficiente. No obstante, la
publicidad en los intermedios del telediario la veías sin rechistar, nunca
sabías cuando descubrirías en ella aquello que no necesitabas y que nunca
habías buscado pero que sabías que acabarías comprando en cuanto lo vieses por
alguna tienda. Porque ella sabía cómo hacerte sentir para que consumieras, qué
decirte para que te dejaras caer en su telaraña y recurrieses a ella como tu
droga favorita. Te lanzabas a por el producto que te aseguró que te haría
feliz, para después comprarte otro y luego otro más… Hasta que caíste y “la depresión
poscompra”[1] descubrió en ti una garantía de supervivencia. ¿Te das
cuenta? ¡Qué cruel! ¡Cómo jugó contigo!
Pero todavía la echas de menos.
Con el tiempo, la presión se hizo
mucho más fuerte hasta el punto de resultar insoportable, sus dedos
aprisionaban tu garganta y tú te sentías morir. Te lo avisé, el neuromarketing
había dado un paso más allá decidiendo jugar con tus emociones, tus
sentimientos, para hacerte reaccionar. Informarte no servía de nada, al fin y
al cabo no eras un ser racional, sino todo lo contrario, te movías por
inquietudes y deseos. Dejaste de escuchar la voz de tu razón que quedó
enmudecida por el murmullo constante de la ilusión en tu estómago. Porque los
argumentos sobraban y ya no necesitabas saber los motivos por los cuales te
convenía adquirir ese producto o contratar algún servicio, sólo necesitabas
sentir el impulso de comprarlo, casi eléctrico, aunque no supieras por qué.
Sentir el deseo de poseerlo, como ella te poseía a ti. “Las emociones han sido
totalmente incomprendidas durante los últimos años por el mundo la publicidad y
la razón principal es porque no hemos sido capaces de medirlas”[3] pero
ahora eso había cambiado y la publicidad había adoptado nuevas medidas para que
cada euro invertido en ella tuviese el resultado más eficiente. Las órdenes te
fueron lanzadas y tú sentías como la presión te consumía… “Just do it” pero, ¿y
si no puedo? Siempre se puede. A veces no, es imposible, “impossible is
nothing”. Y así sucesivamente.
Quizá todo radica en un problema
nuestro. Si hubiésemos estado satisfechos desde un primer instante con lo que
somos, no habríamos necesitado que su presencia nos lo recordarse
constantemente y en todo momento. “Estamos expuestos a dos millones de anuncios
televisivos a lo largo de nuestra vida, lo que equivale a ver ocho horas de
anuncios, siete días a la semana, durante seis años”[3] y la cuenta
sigue. El contador no se ha detenido y no tiene pensado hacerlo. ¿Qué nos pasa?
¿Qué tiene la publicidad para que todos nos sepamos sus adictos? Simplemente es
la proyección de nuestros sueños, el reflejo de nuestras ilusiones. Nosotros
nos convencimos de que no podríamos tenerlos jamás pero ella nos hizo creer que
estábamos equivocados. Y lo negó todo. Puso a nuestro alcance aquello que
siempre nos había dicho que deseábamos y, a cambio, le vendimos nuestra alma.
El precio fue demasiado caro. Cuando miramos a nuestro alrededor y observamos
todo lo que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, nos damos cuenta
de que por decisión propia no queríamos ni la mitad, ni siquiera lo
necesitábamos. Pero ahí estamos nosotros, peleando en las rebajas o luchando
contra los números rojos. En una batalla que sabemos perdida de antemano y en
la que solo ella sabe endulzar la derrota. Juega con nosotros y nos ponemos a
su merced, sabiendo los hilos que tocar para hacernos reaccionar, para provocar
cualquier movimiento de nuestras manos. Nos tiene tan estudiados que hasta
maneja los colores, aromas, imágenes más afines al consumo o que más incentivan
la compra. Y es que, aunque ella conoce cada detalle de sus consumidores, para
nosotros es una completa desconocida. Pero aún así nos entregamos sin dudarlo
ni un instante. Porque ella es nuestra cocaína preferida, capaz de abstraernos
hasta en la lucha contra ella.
Es curioso, las veces que
habremos sido avisados del peligro que conlleva jugar con fuego hasta
quemarnos; seducidos por sus llamas deseamos acariciarlas y que éstas abrasen
la yema de nuestros dedos. La publicidad no es un juego y, sin embargo, ella no
deja de jugar con nosotros. Entonces… quemémonos una vez más.
Bibliografía.
- [1] BEIGBEDER, Frédéric. 13´99 euros. Editorial Anagrama S.A.
(Barcelona). 2001, ISBN: 84-339-6951-X, D.L: B. 1998-2002, págs. 268.
- [2] LA 2. “La noche temática: Seducir al consumidor” [en línea]
La noche temática - RTVE.es A la Carta. 2011. Disponible en web:
- [3] SERFATY, Laurence. “La noche temática: Neuromarketing” [en
línea] ALTOMEDIA. 2010. 53 min. Disponible en web:
VICTORIA CARRAZONI QUIRALTE
Periodismo, 2ºC
Periodismo, 2ºC
Me ha encantado este post. Maravillosamente escrito. Es difícil integrar esta escritura tan clásica en la dinámica del hipertexto del blog, pero la referencias finales son abrumadoras.
ResponderEliminar¡Vaya! La entrada ha estado genial.
ResponderEliminarAhora, lo que me pregunto es ¿realmente estamos tan consumidos por la publicidad? ¿Estamos destinados a guiar nuestras decisiones y compras por los anuncios?
A priori, creería que no estamos 100% a merced de ellos. Sólo hace falta pararse a pensar un poco y entender que no todo lo que nos ofrecen es real, sino una supuesta realidad idílica y utópica a la que debemos llegar gracias a sus productos. Lo cual, al final de todo, no es más que una mentira, en la mayoría de los casos.
Me gusta mucho la forma de tratar el texto, creo que es de las pocas, por no decir la única, entradas del blog que contienen este matiz tan característico. Sí, me encanta.
ResponderEliminarEn cuanto al contenido, creo que la publicidad juega un papel demasiado importante en nuestra vida cotidiana, pero que no somos conscientes de ello. La publicidad subliminal, y la no tan subliminal. No nos damos cuenta de que los publicistas llegan a mover los hilos de nuestro consumo hasta tal punto de condicionar este hasta puntos extremos. Y tras llevar a cabo nuestra compra, caemos. "¿Te das cuenta? ¡Qué cruel! ¡Cómo jugó contigo!", los productos que, ahora, tenemos en casa, distan mucho de esa maravilla que te ofrecían, con un color llamativo, con un brillo especial, con una comodidad extrema, y al final, tienes un objeto más en casa destinado a ir esa habitación reservada para los trastos.
Silvia Zapater Moreno
2ºC
Antes de nada, ¡muchas gracias por vuestros comentarios! Es una alegría leer que os ha gustado mi entrada y, sin duda, vuestras palabras son un motivo por el que seguir escribiendo.
ResponderEliminarAhora voy a intentar responder las preguntas que me habéis hecho, a ver si puedo ayudaros en algo o arrojar un poco de luz sobre aquello que no haya quedado del todo claro.
Es cierto que, en un principio, leer las cifras que reflejan la cantidad de anuncios a los que a diario estamos sometidos puede resultar abrumador, incluso un poco inverosímil si nos ponemos a repasar al detalle todo lo ocurrido a lo largo de nuestro día. Lo que pasa es que es no nos damos cuenta, por eso la publicidad es tan eficaz. Ante todo, cabe destacar que el ser humano es un ser racional que se mueve por pasiones e impulsos, es decir, por su parte más irracional. Por lo que, en el momento de elegir, no se guiará por lo que le dicta su cabeza, sino por lo que le dice su corazón (digo ‘corazón’ porque comúnmente se utiliza este órgano para designar nuestras emociones y sentimientos, lo aclaro porque así escrito suena un poco cursi). Y esto es algo de lo que la publicidad se dio cuenta no hace mucho tiempo y de lo que se ha aprovechado para conseguir su principal objetivo: vender. Comprarnos, como si tuviéramos un precio.
Por eso el Neuromarketing ha encontrado en nosotros una garantía de supervivencia y hemos podido comprobar cómo, en apenas unos años, los anuncios han dejado de ser argumentativos para ser completamente sentimentales. No queremos adquirir productos, queremos vivir experiencias y comprar emociones. Y los publicistas lo saben.
Respondiendo a tu pregunta, sí, estamos tan influidos por la publicidad. No solo a la hora de comprar o elegir artículos, sino también cuando construimos nuestros ideales o deseos. Unos ideales que, por cierto, están permanentemente presentes en nuestra vida y sobre todo cuando realizamos el acto de compra. De modo que, aunque al final seamos nosotros los que tenemos la última palabra, ella ya nos ha convencido.
Aunque no nos demos cuenta, por eso es tan eficaz.
VICTORIA CARRAZONI QUIRALTE, 2ºC